La causa es multicausal:
Uno de los factores más importantes en la creación de vulnerabilidad es la presión social que induce a considerar el atractivo físico como el valor personal predominante. Los mensajes de nuestra cultura que equiparan belleza y atracción con delgadez han creado el contexto necesario para que muchas mujeres y muchos hombres se sientan insatisfechos con su cuerpo.
Buscan su autoestima en la modificación de su apariencia corporal tratando de asemejarse a los cánones de belleza impuestos. Uno de los factores más importantes en la creación de vulnerabilidad es la presión social que induce a considerar el atractivo físico como el valor personal predominante. Los mensajes de nuestra cultura que equiparan belleza y atracción con delgadez han creado el contexto necesario para que muchas mujeres y muchos hombres se sientan insatisfechos con su cuerpo. Buscan su autoestima en la modificación de su apariencia corporal tratando de asemejarse a los cánones de belleza impuestos a través de redes sociales.
Si a ello se une que nuestra sociedad da un gran valor a ser una persona con control, la incitación para que muchos jóvenes inseguros intenten conseguirlo mediante la eliminación de cualquier conducta espontánea y la supresión del deseo, está servida.
No todas las personas expuestas a este contexto social tóxico desarrollan una patología alimentaria, es necesaria la confluencia e interacción con otros factores personales psicológico-familiares. Las personas con mayor sensación de ineficacia y malestar en las relaciones interpersonales; aquellas que dependen en exceso de las opiniones externas y que eliminan toda suerte de emociones e imperfecciones, son las más vulnerables. Otros factores como la obesidad familiar, la impulsividad y las alteraciones del estado de ánimo, favorecen igualmente esta interacción.
Los adolescentes, que por su edad tienen una imagen corporal aún poco definida e inestable, son la población más sensible a la manipulación social al tratar de establecer su identidad personal. Son proclives a definirse comparando su apariencia física con la de los otros, y no poseen los recursos psíquicos necesarios para defenderse de tamañas acciones publicitarias y en redes sociales.
Parte de la predisposición a los trastornos alimentarios se genera y adquiere en la infancia cuando las necesidades físicas y emocionales no han sido satisfechas de forma apropiada. La crianza y el proceso de socialización recibidos determinan una fragilidad psíquica en el niño/a que hará más fácil el desarrollo futuro de cualquier tipo de patología.
Algunas niñas inician el trastorno al no poder asumir los cambios corporales de la pubertad, especialmente si aparecen de forma prematura. Y algunos varones inician el trastorno si los cambios corporales -crecimiento, aumento de la musculatura- tardan en aparecer. Personalidad Algunos rasgos de personalidad hacen vulnerable al desarrollo de la anorexia porque el trastorno facilita la evitación de situaciones vitales y sociales angustiosas.
Las peculiaridades en la forma de pensar ya sean leves o severas, pueden ser un factor de riesgo para el desarrollo de alguno de los trastornos de la conducta alimentaria, por su intervención en la maduración emocional y física, la creación y mantenimiento de relaciones interpersonales, el sentimiento de autonomía y una apropiada autoestima. Algunas de las características del estilo cognitivo personal son distorsionadas y afectan la manera de sentir y actuar. En las personas que padecen un TCA se han observado algunas creencias irracionales consistentes que instan a realizar las conductas patológicas e interfieren el proceso de cambio.
Factores genéticos-biológicos. Los modelos de vulnerabilidad a los TCA actuales integran los factores genéticos y las experiencias tempranas de la vida con los aspectos sociales y personales. Se supone que estos factores generan una determinada susceptibilidad para mostrar una respuesta inadaptada al estrés crónico. Esta respuesta está mediada, entre otros fenómenos, por un incorrecto funcionamiento del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal.
En presencia de determinados factores de estrés, la respuesta de afrontamiento realizada por este eje es errática lo que determina una pérdida del equilibrio nutricional.
Predisposición genética Los estudios familiares y gemelares parecen indicar que existe un riesgo incrementado de padecer anorexia o bulimia si tienen familiares que padecen estas enfermedades.
Las dietas Hacer dieta predispone a padecer un TCA, tanto más cuanto mayor sea su duración e intensidad, debido al impacto que tiene en los procesos de regulación biológica de nuestro organismo: Se elimina la percepción de hambre y saciedad. Seguir una dieta supone aprender a no hacer caso a las señales internas del organismo, generando confusión y miedo a excederse en la ingesta, lo que lleva a reforzar el control sobre lo que se come. Altera la sincronía de las estructuras cerebrales encargadas del control de la ingesta y del mantenimiento del peso corporal en torno a un valor de referencia llamado “punto de ajuste”. Este mantiene el peso corporal estable, pero con una variabilidad totalmente normal. Si la restricción en el consumo equilibrado de alimentos se mantiene en exceso, puede producir una desorganización general del individuo generando alteraciones físicas, cognitivas y emocionales.
Factores familiares Además de las relaciones familiares relatadas en el capítulo anterior, existen otros factores en el ambiente familiar que propician la aparición de los trastornos alimentarios.