Este proceso está estrechamente vinculado a situaciones de estrés emocional intenso, afectando más a mujeres que a varones. Entre las causas que provocan ese estrés emocional intenso figuran la muerte inesperada de un ser querido, una discusión violenta, una quiebra financiera, catástrofes naturales y, excepcionalmente, una ruptura amorosa. En el origen fisiopatológico de todo ello se encuentra una liberación abrupta de catecolaminas, inductoras del fallo cardiaco.
El pronóstico es generalmente más benigno que el de un infarto pero no hay que olvidar que hasta un 5% de pacientes fallecen por causa del “síndrome del corazón roto” bien sea por fallo de la contractilidad miocárdica o por arritmias severas.
El tratamiento habitual pasa por ingreso en la unidad de cuidados intensivos donde se aplica terapia de soporte circulatorio, a la que se añaden agentes antiadrenérgicos como los betabloqueadores, los inhibidores del sistema renina-angiotensina-aldosterona, diuréticos y sedantes que se mantendrán hasta la total recuperación del paciente, lo que se suele conseguir en el plazo de un mes.
De cara al futuro, el paciente podrá llevar una vida saludable con un buen control de los factores de riesgo cardiovascular, practicando ejercicio físico de forma regular y evitando en lo posible el estrés psicológico. La recurrencia del síndrome suele ser inferior al 2%.
De modo que con este post ya conoces el síndrome del corazón roto y los celebrantes del Día de San Valentín quedan advertidos: Amar sí, pero sin llegar a estos extremos.